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LOS OR&IGENES DEL CR&EDITO Y LAS INSTITUCIONES BANCARIAS EN PUERTO RICO : MITOS, PROYECTOS Y FUNDACIONES (PDF Download Available)
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Revista de la Historia de la Economía y de la Empresa, VI, 2012, pp. 219-254 LOS OR?GENES DEL CR?DITO Y LAS INSTITUCIONES BANCARIAS EN PUERTO RICO : MITOS, PROYECTOS Y FUNDACIONES ?ngel Pascual Martínez Soto (Universidad de Murcia)
Recibido: 2 de mayo de 2011 Aceptado: 25 de noviembre de 2011
“No quiero hablar del crédito…porque nos da vergüenza lo que está pasando en Puerto Rico. Todas las naciones adelantadas poseen bancos en sus colonias americanas, los tienen las Antillas inglesas, los tienen las francesas. Siquiera en la Habana existe un banco, más o menos enlazado, para su propia desgracia, con la política. En Puerto Rico no ha habido medio de fundar la más insignificante institución de crédito. Varias veces lo intentaron algunos puertorrique?os que son muy espa?oles, pero otras tantas lo impidieron ciertos hombres con dinero que han dado en titularse espa?oles sin condiciones, probablemente porque no imponen más que una ligerísima condición: la de ser ellos los que manden y monopolicen todo”. Joaquín Sanromá, 1874
(Puerto Rico y su Hacienda)
Resumen En este trabajo se analiza el largo y complejo proceso que tuvo lugar en la isla de Puerto Rico para la creación de bancos en el siglo XIX. El desarrollo de la agricultura comercial en la isla (azúcar, café y tabaco) se articuló en una economía sin bancos, en la que otros agentes financieros jugaron un papel crucial (comerciantes-banqueros, peque?os comerciantes locales, casas de comercio internacional, suministradores de maquinaria, etc.). Los principales obstáculos que limitaron el desarrollo del crédito entre los agricultores provenían de la mala definición de los derechos de propiedad y del denominado “privilegio de ingenios”, ambos factores impidieron el desarrollo del hipotecario y la aparición de una entidad bancaria especializada en crédito territorial. La confluencia de intereses entre los grandes comerciantes y la administración colonial imposibilitaron que entre 1814 y 1877 se fundasen bancos, echando abajo los numerosos proyectos que se presentaron. En 1878 se puso en marcha el primer banco comercial con la denominación de Sociedad Anónima de Crédito Mercantil, entidad promovida por los antiguos due?os de esclavos que utilizaron sus bonos de compensación como capital social de la entidad. Palabras clave: crédito, bancos, finanzas, comercio, azúcar, café.
The origins of credit and banking institutions in Puerto Rico : myths, projects and foundations, by ?ngel Pascual Martínez Soto
This paper analyzes the long and complex process of the banks? foundation that took place on the island of Puerto Rico during the 19th Century. The development of commercial agriculture on the island (sugar, coffee and tobacco) was articulated into an economy without banks, other any other financial players (merchants, bank agents, small local merchants, international trading houses, technology supplier agents, etc.).The main obstacles that limited the development of credit to farmers
?ngel Pascual Martínez Soto (Universidad de Murcia)
220came from the incomplete definition of property rights and the so-called “sugar mills privileges”. These two factors avoid the development of the mortgage and the emergence of a specialized bank in land credit. The network of interests existed between the main merchant’s trade agents and the colonial administration prevented the foundation of banks, from 1814 to 1877, refusing many projects. In 1878 the old aristocracy, composed by former slaves- owners, founded the first commercial bank, named Sociedad Anónima de Crédito Mercantil (Business Credit Corporation). These investors paid their capital shares in the new corporation with Government bonds, came from the slavery abolition.
Key words: credit, banking, finance, sugar, coffee.
Códigos JEL: N16, N2, N26.
Introducción
En la actualidad asistimos a un interés renovado de los investigadores económicos hacia el papel desempe?ado por los sistemas financieros en el crecimiento a largo plazo1. Este nuevo impulso está relacionado con las aportaciones de recientes investigaciones que han constatado el peso decisivo que han desempe?ado las estructuras financieras en el desarrollo de los países emergentes, así como la importancia que tiene la pluralidad de organismos existentes en los más avanzados. Por otro lado, la nueva economía institucional ha destacado la importancia de una serie de factores (marco legal y regulatorio, la forma y exigencias de los contratos, el acceso a la información, etc.) para el funcionamiento de los mercados, se?alando que hay que tenerlos en cuenta al tratar de explicar la evolución de las economías. Este nuevo escenario ha llevado a algunos investigadores a recurrir a los esquemas analíticos clásicos de Gerschenkron o Cameron2. Hay que resaltar el papel central que los trabajos más recientes otorgan a las políticas económicas y, en consecuencia, al Estado en la conformación de los sistemas financieros, a través de la regulación legal y como demandante de créditos. Muestran, además, como una buena articulación de los mismos facilita la adopción de innovaciones y reduce el coste de los intercambios, lo que les convierte en un elemento básico del crecimiento económico3. Los trabajos de Rousseau y Sylla4 han puesto de manifiesto que los países que realizaron la modernización del crédito a principios del siglo XIX estuvieron en mejores condiciones para avanzar en el desarrollo industrial. Por tanto, la adopción de las primeras innovaciones financieras fue un factor básico para el impulsó del desarrollo moderno de las empresas y de la economía5.
Las instituciones bancarias de todo tipo (bancos, casas de banca locales, cajas de ahorros, cooperativas de crédito, etc.) desempe?aron un papel fundamental en el desarrollo de las economías capitalistas del siglo XIX. En consonancia con este
1 Al respecto sirvan como ejemplo los trabajos de Pagano (1993) y Levine (1997 y 2005). 2 Crafts (1999). 3 Lavine (2005) y Lavine, Loayza y Beck (2000). 4 Rousseau y Watchel (1998) y Rousseau y Sylla (2003). 5 Rousseau y Sylla (2003).
Los orígenes del crédito y las instituciones bancarias en Puerto Rico, : mitos, proyectos y fundaciones
221postulado, la orientación de una parte de la investigación actual gira en torno a las interconexiones entre la banca y la actividad económica local, centrando su atención en las necesidades específicas de financiación y en las alternativas generadas por los intermediarios financieros para atenderlas. Recientes trabajos sobre el sistema financiero espa?ol, han destacado la importancia que tiene analizar las fases formativas de los sistemas financieros modernos6 para poder entender mejor lo que sucedió después y para plantear cuestiones fundamentales como: la introducción de los medios modernos de pago, las nuevas opciones de captación de depósitos y las fórmulas de financiación de las actividades productivas. El mantenimiento de Puerto Rico dentro del espacio colonial espa?ol tras la independencia de los territorios continentales condicionó el desarrollo financiero de la isla. En todo momento las autoridades metropolitanas trataron de impedir la penetración de capitales extranjeros en forma de entidades bancarias. A lo largo del periodo de 1812 a 1878 se presentaron numerosos proyectos para la fundación de bancos de emisión y descuento promovidos por comerciantes y hacendados tanto de la isla como peninsulares e, incluso, cubanos y algunos extranjeros, pero la administración de Ultramar los rechazó sistemáticamente. Esta situación provocó que los bancos surgiesen más tarde que en Cuba, Filipinas y otros territorios coloniales del ámbito caribe?o7. La apertura de bancos en las colonias suscitó fuertes controversias en las metrópolis europeas, situándose en debate entre la adopción del modelo de bancos estatales o bancos libres y entre banca de emisión o banca comercial. El caso de Puerto Rico será peculiar pues las primeras instituciones en fundarse fueron las cajas de ahorros y, con posterioridad, un banco comercial y no será hasta final del siglo que se funde un banco de emisión, el Banco Espa?ol de Puerto Rico siguiendo el modelo de los de Cuba y Filipinas. La independencia de las colonias espa?olas de la América continental a inicios del siglo XIX reforzó esta nueva política, que fue tomando cuerpo en las primeras décadas a través de una reorganización de la economía y de las finanzas públicas8. El obstáculo más grave para los planes reformistas de las autoridades metropolitanas llegó a ser, irónicamente, la falta de capital de inversión, expresada a menudo simplemente como &la falta de capital&, expresión de la dificultad de los agricultores para la obtención de anticipos en efectivo. El problema no era tanto el acceso al dinero como las condiciones que se les imponían en los contratos de préstamo. Un buen número de comerciantes estaban dispuestos a proporcionar los medios financieros necesarios para el cultivo de un producto determinado, estos préstamos eran un buen negocio para los “refaccionistas”9 y una pesada carga para
6 Nos referimos a los trabajos de Blasco y Sudrià (2010) sobre el Banco de Barcelona y Comín, Martínez Soto y Roldán (2010) sobre las cajas de ahorros en las colonias antillanas de Cuba y Puerto Rico. 7 Las primeras instituciones financieras que se fundaron en las colonias espa?olas fueron: la Caja de Ahorros, Descuentos y Depósitos de La Habana (1840), la Caja de Ahorros de Santiago de Cuba (1849), el Banco Espa?ol Filipino de Isabel II (1851) y el Banco Espa?ol de La Habana (1856). En el ámbito colonial inglés fue el Colonial Bank of London la primera institución en abrir sucursales por las diferentes islas de su dominio. Ver: Comín Comín, Martínez Soto y Roldán de Montaud (2010); Roldán de Montaud (2004); Tedde y Marichal (1994); Buffon (1979); Brown (1989) y Barclays Bank (1938). 8 Sobre este aspecto ver Lavallé, Naranjo y Santamaría (2002); Rosario Rivera (1995) 9 La institución de la refacción, fue el instrumento financiero que utilizó el capital comercial para perpetuar su hegemonía sobre los productores azucareros y cafetaleros. Recogiendo directamente una idea del hacendado cubano Francisco Frías y Jacott, Conde de Pozos Dulces, Cepero Bonilla (1976), p. 48, dirá que, a mediados del XIX, “los hacendados se habían convertido en meros administradores de sus posesiones, prácticamente en manos de los refaccionistas y acreedores hipotecarios”. El refaccionista era el comerciante que financiaba las cosechas mediante préstamos a elevadas tasas de interés, en momentos en que no existían instituciones bancarias. Obligaba a los
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222los agricultores. Generalmente consistía en una oferta de préstamos a corto plazo, por un periodo de seis meses a un a?o, y a unas tasas anuales de interés que oscilaban entre el 12 y el 18 por 100. Los comerciantes ofrecían las instalaciones de almacenamiento y se encargaban de los procesos de comercialización por una comisión, por lo general, del 2,5 por ciento del valor total de los productos, obligando a sus prestatarios a través de ellos10. El crecimiento económico de la isla se realizó sin tener ningún tipo de institución financiera formal hasta 1865, a?o en el que se fundó la Caja de Ahorros de San Juan11 y, posteriormente, el primer banco comercial con el nombre de Sociedad Anónima de Crédito Mercantil fundada en 1877. En consecuencia las actividades crediticias hasta la segunda mitad del siglo XIX estuvieron en manos de las casas de comercio y de los comerciantes de la vecina isla danesa de Santo Tomás12 La historiografía puertorrique?a referida al sistema financiero de la isla en el siglo XIX es muy parca, aunque no han faltado algunos autores que es necesario citar. En primer lugar el libro pionero de Annie Santiago Curet de 1989 sobre la evolución del crédito, la moneda y los bancos y el de Guillermo Baralt de 1993 referido a la historia del Banco Popular de Puerto Rico13. Más recientemente la obra de Comín, Martínez Soto y Roldán (2010) centrada en el análisis de las cajas de ahorros en las Antillas hispanas, ha dedicado su segunda parte al estudio de este tipo de entidades en Puerto Rico.
Sobre esta base tan escasa hemos procedido a realizar el presente trabajo con el objetivo de analizar cómo funcionó una economía sin bancos, en la que el crédito estuvo controlado por otros agentes financieros (comerciantes “refaccionistas”, comerciantes-banqueros, compa?ías de comercio internacional, peque?os tenderos, etc.). Las instituciones bancarias surgirán en el último tercio del siglo XIX, favoreciendo la paulatina formalización de su sistema financiero. Con tal motivo también se estudiará: el desenvolvimiento del crédito en la primera etapa de 1815 a 1877, incluyendo los principales proyectos que se pusieron en marcha para fundar bancos, delimitando la procedencia de sus promotores y sus motivaciones, así como los intereses reactivos que se opondrían a su formalización. Finalmente, se analiza el proceso de fundación del primer banco comercial de la isla, que culminaría en 1877 con la creación de la Sociedad Anónima de Crédito Mercantil.
1.- Los inicios de la economía de exportación y su financiación
A principios del siglo XIX la aplicación a la isla de una serie de normas como la Cédula de Gracia de 1815 o la extensión del Código de Comercio de 1829 (febrero de 1832), entre otras, posibilitaron la eliminación de trabas al comercio y a la producción y modernizaron la estructura legal que facilitaría el desarrollo de las sociedades y corporaciones mercantiles. De esta manera, el aparato colonial proporcionó nuevas oportunidades a la elite comerciante y agrícola de la Isla, en un momento de expansión del comercio mundial y de los mercados, aumentando las oportunidades de intercambio con otros países. El objetivo de estas medidas era
hacendados a que le compraran a él sus abastecimientos a precios exorbitantes y a venderle la producción a precios inferiores a los del mercado en una suerte de “comercialización forzosa” en la línea de los descrito por Amit Badhuri (1987). 10 Una descripción de este tipo de comercialización “forzada” ver T. Martínez-Vergne (1992), pp. 28-31 11 Sobre esta caja de Ahorros ver Comín, Martínez Soto y Roldán de Montaud (2010). 12 Sonesson (1974). 13 Santiago Curet (1989) y Baralt (1993).
Los orígenes del crédito y las instituciones bancarias en Puerto Rico, : mitos, proyectos y fundaciones
223lograr el desarrollo de la agricultura comercial de la colonia y procurar que se autofinanciase14. En 1813 se pusieron en circulación 500.000 pesos en papeletas contra el “situado” mexicano que, finalmente, no llegaría, lo que provocó un caos comercial, pues la devaluación de las papeletas alcanzó el extremo de cotizarse 300 pesos de papel por cada peso de plata15. El problema se agravó porque la vecina isla danesa de Santo Tomás, donde se abastecían los mayoristas de Puerto Rico, sólo aceptaban la plata lo que provocó desabastecimiento ante la ausencia de moneda metálica.
La llegada en 1813 del primer intendente nombrado para la isla, Alejandro Ramírez, implicó un giro positivo para su economía, pues realizó varias reformas muy efectivas: eliminación de la circulación del papel moneda16; renovación de las
introducción de la moneda de plata venezolana (peso macuquino), renovación de la Sociedad Económica de Amigos del País, publicación del Diario Económico, diversas disposiciones para incrementar la producción y las exportaciones y, sobre todo, desarrolló de un nuevo sistema impositivo más racional. Este conjunto de medidas permitieron la creación de estructuras y mecanismos fiscales que generaron fondos e ingresos a la Administración. Con el regreso al régimen absolutista en 1814, el gobernador disolvió los ayuntamientos constitucionales y la diputación provincial, aunque el nuevo cabildo de San Juan logró de la corte madrile?a la real cédula de 10 de agosto de 1815 conocida como “Cédula de Gracia” que estuvo vigente hasta 1836. Con esta disposición Puerto Rico lograba el acceso al comercio libre con otros países, incluidos los Estados Unidos, facilitando de esta manera la entrada de capitales. También se permitía el asentamiento en la isla de extranjeros, facilitándoles el acceso a tierras de realengo, en especial a aquellos que introdujesen esclavos. Esta última medida conllevaba la exacción de impuestos por cinco a?os y la posibilidad de llevarse sus capitales en caso de regreso a sus países de origen17. Para compensar la pérdida de ingresos procedentes de las aduanas las autoridades crearon un impuesto directo denominado “subsidio”, lo que implicó que los productores terminasen compensando al Estado por los privilegios concedidos a los comerciantes y a los inmigrantes extranjeros. El crecimiento económico de la isla en los a?os veinte y treinta no fue tan solo el resultado de la aplicación de esta norma también intervino la reorganización institucional y hacendística que llevó a cabo el intendente Ramírez.
14 Puerto Rico había dependido para su sostenimiento del envío del “situado”, transferencias de fondos desde las Cajas de México. En su inicio fue un sistema de flujos y reflujos de capitales públicos a escala interregional que relacionó entre sí a distintas áreas coloniales, como sucedió en el caso de México y Puerto Rico. Este país cargó con la responsabilidad de costear los gastos públicos de la isla. Entre 1766 y 1810 la administración de la isla recibió 11,2 millones de pesos por esta vía. La irregularidad de las remesas, hicieron que los gobernadores de la isla tuviesen que emitir papeletas canjeables a la espera de la llegada del dinero, así en 1768 se recogieron 88.000 pesos en papeletas. Con la independencia de México (1810) se cortó el envío del situado. Entre esa fecha y 1813 las autoridades de la isla habían emitido 500.000 pesos en papeletas en espera de nuevas remesas, lo que ocasionaría una importante perturbación económica. Sobre el “situado” ver los trabajos de de González Vales (1978 y 2000). 15 González Vales (1985), p. 44. 16 El intendente Ramírez puso en marcha distintas medidas en este sentido como: crear un impuesto sobre el comercio exterior que se debía pagar con papel moneda (papeletas); indujo a los comerciantes a realizar un préstamo forzoso al gobierno, en papel moneda, garantizándoles un 6 por 100 de interés (estos billetes fueron eliminados por las autoridades) y creó la lotería, que también se pagaba con papel moneda. Ver González Vales (1985), p. 15-16. 17 Sobre las medidas de la “Cédula de Gracias” Cruz Monclova (1970), vol. II, pp. 77-83.
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224Desde las primeras décadas del siglo tuvieron lugar cambios tecnológicos en la industria azucarera y se mejoraron las técnicas de cultivo de los ca?averales18. El incremento de las tierras cultivadas, de la producción y de la exportación de azúcar entre
pone de manifiesto que las medidas económicas y fiscales habían sido muy eficaces, logrando la activación de las fuerzas productivas de la isla19. Las disposiciones anteriormente descritas mejoraron la dotación de factores productivos. Este modelo productivo basado en el azúcar se fundamentaba, en buena parte, en la utilización de mano de obra esclava. Entre 1765 y 1821 el número de esclavos aumentó, pasando de 5.037 a 21.730, producto, en buena parte de la reducción de los aranceles20. Con mano de obra abundante y relativamente barata, los hacendados empezaron a preparar los terrenos en torno a los principales puertos y a desalojar los hatos ganaderos. Entre 1812 y 1820 la superficie cultivada pasó de 29.000 a 47.000 hectáreas, que se concentraban en Río Piedras, Valle del Toa, Loíza y el llano costero del sur (Ponce y Guayama), estos territorios se convirtieron en las principales zonas productoras de ca?a de azúcar21. Los ca?averales también se fueron extendiendo por otras zonas secundarias como: Vega Baja y Arecibo en el
Fajardo, Humacao y Naguabo en el este; Yabucoa, Patillas y Arroyo en la costa sureste y Juncos, Caguas y Cayey en los valles interiores. Los inmigrantes extranjeros introdujeron en la isla 1,1 millones de pesos entre 1816 y 181922. Con este conjunto de recursos se inició la articulación de la producción azucarera. Los hacendados tuvieron que hacer frente al endeudamiento generado por la introducción de mejoras técnicas en sus ingenios, básicamente en los trapiches (tambores de hierro, piezas metálicas como mazas, trapiches horizontales de hierro, máquinas de vapor, etc.); la adquisición de los insumos necesarios para el buen funcionamiento de las explotaciones (ganado de labor, tonelería, alimentos, etc.) y los gastos de transporte y adquisición de nuevas tierras cercanas a fuentes de agua. Por otro lado, los comerciantes acuciados por las fluctuaciones de los precios del azúcar en los mercados internacionales, escasos de capital y muy pendientes de los conflictos políticos del exterior, mantenían unas tasas de interés muy altas con la finalidad de transferir el riesgo a los productores y de conseguir ganancias rápidas. Este contexto favorecía que se incrementasen las áreas productivas, lo que a su vez implicaba un incremento de la producción a costa de un mayor endeudamiento. Producto de este esfuerzo inversor fue el crecimiento del número de fábricas y de plantaciones23. La disponibilidad de mano de obra y de tierras no fueron elementos suficientes para afianzar la producción azucarera y cafetalera en la isla, además era necesario el capital. Las principales fuentes de financiación en las dos primeras décadas del siglo XIX fueron los fondos que provenían de censos y capellanías eclesiásticas que se prestaban al 5% de interés anual y el crédito comercial, difícil de
18 Scarano (1982) ha relatado las mejoras técnicas que los grandes hacendados de Ponce estaban realizando desde las primeras décadas del siglo. 19 Se moderaron las restricciones a la entrada de capitales extranjeros y de trabajadores. En 1815 se promulgó la Cédula de Gracias destinada a facilitar la inmigración con la cesión de seis acres de tierra a todo inmigrante blanco libre, y otros 3 acres adicionales por cada esclavo que aportaran. Los inmigrantes negros libres recibirían 3 acres. Esta medida facilitó la llegada de inmigrantes procedentes de Espa?a, Francia, las Antillas, Estados Unidos y otros países europeos. 20 Díaz Soler (1970), p.117. 21 Scarano (1985), pp. 42-43. 22 Rosario Rivera (1993), pp. 237-239. 23 Sobre este aspecto ver Diego García (1986); Bergard (1983) y Scarano (1985)
Los orígenes del crédito y las instituciones bancarias en Puerto Rico, : mitos, proyectos y fundaciones
225obtener y con elevadas tasas de interés24. Esta situación convertía al préstamo en un buen negocio, hasta los militares de la guarnición que disponían de ahorros solían asociarse con emigrantes franceses a los que adelantaban fondos para establecer plantaciones25.
Gráfico 1.- Exportación de azúcar y valor de la misma,
(miles de toneladas y millones de pesos)
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de Acosta y Calvo (1869), p. 324 y de Cámara de Comercio de Puerto Rico (1904), pp. 40-45.
En el caso del crédito comercial, los préstamos ligaban a los prestatarios con los comerciantes-prestamistas bajo dos formas: como consumidores, tenían la obligación de adquirir sus víveres y pertrechos en el establecimiento de éste y como vendedor forzado de su producción. De esta manera los agricultores quedaban a expensas de los precios que los comerciantes fijaban tanto a los suministros como a
24 Los censos eran gravámenes o hipotecas sobre una propiedad, de cuyo total se pagaba el 5% anual a una parroquia o convento, los establecían en sus testamentos personas deseosas de que a su muerte se instituyese una misa o ceremonia religiosa como ofrenda. Las familias de los difuntos nunca liquidaban las sumas gravadas, tan solo pagaban el mencionado 5% del montante del capital otorgado por el difunto. Las capellanías eran equivalentes a los censos, con la diferencia de que el rédito anual se destinaba a un sacerdote, normalmente familiar o con lazos de amistad con testador. Los que a los sacerdotes con servicios prolongados en una parroquia lograban unos ingresos importantes y solían colocar este capital en préstamos. Los censos eran administrados por un laico –mayordomo de fábrica- elegido por los feligreses de la parroquia, este personaje solía entregar el capital en préstamo para asegurar una ganancia. Las personas que recibían este dinero disponían de una oportunidad para invertir en la mejora de su propiedad. Estos mecanismos, así como la reinversión del diezmo obtenido por la Iglesia, contribuyeron a mitigar la descapitalización que vivía la isla en los inicios del siglo XIX. Sobre este aspecto ver Szászdi (1959). 25 Szászdi (1959), pp. 163-164.
- 10 20 30 40 50 60 70 80 90 10001234567182818301832183418361838184018421844184618481850185218541856185818601862186418661868187018721874187618781880Millares de toneladasMillones de pesosEXPORTACI?N VALOR
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226los productos agrícolas que les suplían26. En este sistema el dinero no solía cambiar de manos, pues a menudo el crédito consistía en bienes tomados de la tienda del comerciante, que se reintegraba con la cosecha del prestatario. Su implantación guardaba relación con la ausencia de bancos y con la escasez de capitales, y su éxito con el control que llegó a tener sobre la producción tanto de azúcar como de café. Solo los agricultores y hacendados que tenían acceso a los créditos recurrentes de este sistema podían subsistir. Los comerciantes-prestamistas terminaron por controlar la producción haciendo uso de su dominio de los procedimientos judiciales, los dictámenes administrativos y el control político de las localidades.
El crecimiento de la producción de azúcar fue particularmente rápido durante la primera mitad del siglo XIX, convirtiéndose en la principal exportación de la isla, así se pasó de vender en 1814 un total de 1.000 toneladas a 54.471 toneladas en 1851 (gráfico 1). Desde 1828 a 1875 el azúcar se convirtió en el elemento central de la economía de la isla, siendo el rubro más importante de las ventas al exterior (61,4% del capital obtenido), de tal manera que los problemas fundamentales del país se definieron en términos de necesidades del sector azucarero. Los ejes de esta actividad giraban en torno a la financiación, la mano de obra y la situación de los mercados internacionales.
1.1.- El crédito a la agricultura y sus problemas entre 1830 y 1870
El principal problema del desarrollo de la agricultura de exportación basada, principalmente, en el azúcar fue el acceso de los productores a capitales que les permitieran completar el ciclo agrario. El hecho fundamental no era el acceso al dinero en términos generales sino las dificultades que los hacendados tenían para lograr préstamos para realizar las inversiones. A la altura de 1850 ya existían casas comerciales dispuestas a proporcionar créditos, pero éstos se terminaban por convertir en una pesada carga para las haciendas y una ganancia fácil para los comerciantes-refaccionistas. Se trataba de operaciones a corto plazo, a lo sumo de seis meses a un a?o, y los intereses devengados oscilaban entre el 12 y el 20% anual. Además los comerciantes obligaban a sus prestatarios a utilizar sus almacenes y sistemas de comercialización cobrando una comisión en torno al 2,5% del total del valor de los productos27. Los hacendados no tenían más remedio que aceptar esas duras condiciones si querían obtener los fondos necesarios para iniciar el ciclo agrícola, se trataba de pagar a los prestamistas por el alto riesgo de la inversión, especialmente en los primeros momentos de las explotaciones agrícolas28. Estrechamente relacionada con la dificultad de lograr crédito en buenas condiciones estaba la ausencia de títulos legales sobre la tierra, producto de definiciones vagas de la propiedad y tenencia de las tierras heredadas, problemática que se mantendrá hasta las últimas décadas del siglo XIX. De esta manera se conformaron varios grupos de propietarios según el nivel de legalidad de sus
26 Un análisis de los mecanismos del comercio forzado (viejo sistema de “por adelantos”) y su relación con el endeudamiento de los agricultores ver Badhuri (1987) 27 Asenjo y Arteaga (1890), pp. 9 y 42. Por lo general los comerciantes-refaccionistas proporcionaban financiación en virtud de un contrato de “refacción” de la producción azucarera a precios fijados por ellos, en el que la tierra era la garantía. La duración del préstamo y los plazos de reembolso se adaptaban al ciclo del azúcar, lo que apunta a una alta dependencia e inestabilidad de la situación financiera de los hacendados. 28 Sobre la transferencia del riesgo en las operaciones de crédito usurario de los comerciantes a los agricultores ver Badhuri (1987), pp. 35-65.
Los orígenes del crédito y las instituciones bancarias en Puerto Rico, : mitos, proyectos y fundaciones
227propiedades, de los cuales solo una minoría, aquellos que tenían sus tierras debidamente tituladas y registradas, podían tener acceso fácil al crédito, al poder utilizarlas como garantía en las operaciones. La naturaleza compleja del crédito agrícola, hizo que las partes interesadas elaborasen numerosas alternativas, pero obtener el capital necesario para iniciar el cultivo continuó siendo una tarea difícil para los hacendados, siempre y cuando no pudieran demostrar la viabilidad de sus explotaciones29. El establecimiento de una entidad de crédito agrícola se presentaba como una alternativa atractiva, tal institución debía procurar la confianza de los inversores de los centros financieros internacionales, lo que implicaba un ambicioso objetivo en sí mismo. Existía la posibilidad de que a través del asociacionismo de los agricultores y de los comerciantes locales se pudiese reunir el capital necesario para fundarlo, pero el problema del crédito agrícola se vio envuelto en la disputa política entre conservadores (incondicionalmente espa?oles) y liberales reformistas. Como expuso un autor de la época, “el concepto [de crédito agrícola] ha sido introducido en la isla por espa?oles, pero algunos hombres muy ricos que se llaman así mismos espa?oles incondicionales se han opuesto a su establecimiento”30. Los liberales de la isla criticaron al gobierno metropolitano porque solo escuchaba los argumentos contrarios a la creación de una entidad de crédito que eran defendidos por el Partido Incondicionalmente Espa?ol, que estaba controlado por los grandes comerciantes. La insurrección de Cuba en 1868 y las turbulencias políticas en la metrópoli paralizaron cualquier iniciativa que se hubiera podido adoptar en este ámbito.
La inestabilidad monetaria de la Isla y la libre circulación del peso mexicano, a partir de 187931, que llegó a estar devaluado hasta cerca del 25% de su valor, provocaron que las importaciones de los hacendados (alimentos, maquinaria agrícola e industrial, etc.) se encareciesen, al tener que pagar los precios internacionales con monedas devaluadas. Este hecho aumentaba más la brecha económica que separaba a los comerciantes exportadores de los agricultores, a favor de los primeros. Los hacendados compraban maquinaria y bienes no duraderos a altos precios a los mismos comerciantes a los que les vendían sus cosechas a precios “locales”32. Las publicaciones de la época mencionan con frecuencia otros impedimentos para el éxito de las explotaciones agrícolas, a menudo se quejaban de los impuestos, especialmente sobre los derechos de exportación que perjudicaban tanto a productores como a consumidores de produc tales cargas colocaban a los productos portorrique?os en una posición de desventaja en los mercados exteriores, a los que concurrían en competencia con proveedores más baratos, esto ocurría incluso en el mercado metropolitano. La prensa isle?a también criticó el establecimiento de aranceles proteccionistas sobre las importaciones extranjeras, dado que beneficiaban a los productos metropolitanos pero que encarecían las manufacturas y bienes de consumo que se importaban desde Puerto Rico, al tiempo que podían dar lugar a represalias arancelarias por parte de otras naciones a los productos de la isla. También exigieron la eliminación de las subvenciones a la
29 Asenjo y Arteaga (1890), p. 13. 30 Sanromá (1873), p. 18. 31 La autorización se realizó por medio de la Real Orden de 22 de febrero de 1879, permitiendo pagar al Tesoro de la isla con esa moneda, aunque tendría un descuento del 5,263%, de esta manera un peso mexicano equivalía a 0,95 peso espa?ol. 32 Así lo reflejan los trabajos de autores contemporáneos como: Vijande (1889), p. 29; MacCormick (1880), p. 15 y Baldorioty de Castro (1871), p. 6-7.
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228exportación del azúcar de remolacha por el efecto que esta estaba ocasionando en la fluctuación a la baja de los precios del dulce. Otras propuestas recogían las demandas de los hacendados sobre la abolición de los aranceles en la importación de maquinaria destinada a la modernización de los ingenios. Finalmente, la prensa liberal autonomista exigía el establecimiento de una zona de libre comercio que fomentaría la circulación de capitales, la disminución de los impuestos agrícolas y el incremento de las relaciones comerciales con las nuevas repúblicas americanas33. La extensión del cultivo de ca?a y el establecimiento de grandes manufacturas implicaba entender el azúcar como un complejo económico. No era posible el incremento de la producción de las unidades productivas individuales si no se modificaban las infraestructuras que impedían su desarrollo. En un primer momento el incremento de la producción se realizaría aprovechado los altos precios y la fuerte demanda del producto, lo que implicaba una exigencia reducida de refacción, por tanto la dependencia respecto a los comerciantes-prestamistas no ahogaba el funcionamiento de las haciendas. La industria azucarera fue creciendo con la financiación refaccionista, con la reinversión de sus beneficios, con una rápida rotación de capital y la inflación. A partir de mediados de la década de los cuarenta hasta la de los cincuenta la caída de los precios provocó el hundimiento de los industriales que no se habían capitalizado, acuciando al sector con la retracción del capital de inversión y financiero y la disminución del circulante34. En este proceso los comerciantes con capital acumulado lograron afrontar la crisis y con el regreso de los precios altos, especialmente a partir de la Guerra de Secesión estadounionense, gozaron de una situación ventajosa al contar con patrimonios engordados con los bienes embargados por el cobro de las deudas. A partir de mediados de los setenta se produjo una nueva caída de los precios producto de la competencia del azúcar de remolacha europea, lo que desencadenará el hundimiento del sector. Las alternativas técnico-productivas ensayadas, conocidas con el nombre de “centrales”, sobrepasaban la capacidad de financiación que los hacendados podían lograr. En 1879 quebraba el primer ensayo, la central de San Vicente, obra del hacendado y hombre de negocios Leonardo Igaravidez, arrastrando con ella a la Caja de Ahorros de San Juan y poniendo en serios apuros a la Sociedad Anónima de Crédito Mercantil que había iniciado su funcionamiento por esas fechas35. Una mirada al proceso de endeudamiento de este hacendado nos da pistas sobre las posibilidades de financiación de la innovación tecnológica y la concentración de la producción que implicaba la creación de las centrales.
33 Sanromá (1873), pp. 6, 25-26, 28-29 y 91; Revista de Agricultura, Industria y Comercio, 1888, pp. 10-11; Asociación de Agricultores (1893), p. 5; Asenjo y Arteaga, op. cit., p. 24; Gremios de Comerciantes, Agricultores e Industriales de Ponce (1899), p. 14; López Tuero (1893), pp. 106-107; Baldorioty de Castro (1871), p. 14 y Bonnin y Orozco (1984), pp. 25-42. 34 de Jesús (1982), p. 40. 35 Sobre este asunto Ramos Mattei (1988), pp.23-53; Martínez Vergne (1992) y sobre la Caja de Ahorros de San Juan: Comín, Martínez Soto y Roldán (2010).
Los orígenes del crédito y las instituciones bancarias en Puerto Rico, : mitos, proyectos y fundaciones
229Cuadro 1.- Relación de los préstamos obtenidos por Leonardo Igaravidez entre
con destino a la Central de San Vicente (pesos) A?o
Prestamista
Cantidad 1869 Latimer y Cía (San Juan)
42.556 1869 Sturges Co. (New Cork)
100.000 1873 J. F. Cail y Cía (Lille)
45.225 1873 Daniel Ancel et fills (Le Havre)
100.000 1873 Latimer y Cía (San Juan)
40.500 1874 Latimer y Cía (San Juan)
17.552 1874 Moitessier Neveau (Paris)
40.000 1874 Dharter Hnos.
137.610 1875 M. Ephrussi et Cía. (Paris)
90.000 1876 M. Ephrussi et Cía. (Paris)
40.000 1876 Félix Simplicio Alfonzo (San Juan)
40.000 1877 M. Ephrussi et Cía. (Paris)
90.000 1878 J.F. Cail y Cía (Lille)
120.805 1878 James Barber and Son (Gran Breta?a).
30.000 1878 Sociedad Anónima de Crédito Mercantil.
45.000 1879 Sociedad Anónima de Crédito Mercantil.
50.000 1879 Caja de Ahorros de San Juan.
1.224.248 Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de Ramos Mattei (1988), pp. 43-45 y Martínez-Vergne (1992), pp. 85-87. La financiación de esta primera alternativa productiva provino de un conglomerado formado casas comerciales locales (Latimer y Cía., Félix Simplicio, etc.), por casas de banca extranjeras (Sturges Co., Ephrussi y Cía., Moitessier Neveau, etc.), fabricantes de máquinas (Cail y Cía.) y de las primeras instituciones financieras de la isla (Caja de Ahorros de San Juan y Sociedad Anónima de Crédito Mercantil). La adquisición de tierras, la introducción de maquinaria innovadora, la compra de ca?a a terceros y el pago de salarios a una mano de obra libre dispararon los gastos y el endeudamiento de Igaravidez que, finalmente, no pudo hacer frente al pago de sus deudas y terminó quebrando. A finales de la década de los setenta la producción de azúcar se retrajo hasta los niveles de los cincuenta, produciéndose el final del ciclo antiguo que sería sustituido por el ciclo del café. A mediados del siglo, los principales países productores de café (Brasil, Cuba y Java) no pudieron abastecer la demanda mundial de este producto por distintas razones. La isla de Puerto Rico estaba en una situación ventajosa para aprovechar la oportunidad, así en la década de 1870 una serie de factores propiciaron el despegue de la industria: los precios altos en los mercados internacionales, la accesibilidad del crédito, las mejoras en las vías de comunicación, la preparación de tierras vírgenes en la zona monta?osa central y la disponibilidad de mano de obra barata36. Se generaron numerosas haciendas especializadas que concentraron la producción del grano, a través de subordinar a los peque?os productores próximos a ellas, de esta manera a finales del siglo XIX controlaban entre el 30 y el 40% de la producción37. La superficie dedicada a este cultivo creció rápidamente, así en 1830
36 Bergard (1983). 37 Bergard, (1983), p.187.
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230se cultivaban 11.965 cuerdas y en 1862 ya eran 33.96538. El tiempo de un cafeto arábigo en dar su primera cosecha giraba en torno a cinco a?os, por tanto, durante ese periodo el caficultor necesitaba imperiosamente acceso al crédito y complementar sus producciones con otros cultivos e incluso ganado.
Gráfico 2.- Exportación de café y valor de la misma,
(millones de libras y millones de pesos)
Fuente: elaboración propia a partir de los datos de Acosta y Calvo (1869), p. 326; Cámara de Comercio de Puerto Rico (1904), pp. 45-46 y Hunt (1904), p. 20.
La merma y estancamiento de la producción azucarera desvió hacia la zona cafetalera los capitales comerciales disponibles para el crédito en las últimas décadas del siglo La tasa de interés media que cobraban los comerciantes prestamistas a los caficultores entre 1850 y 1864, osciló entre el 1,5 y 2% mensual39. La producción cafetalera creció lentamente entre 1828 y 1863 debido a la evolución errática de los precios y a las dificultades para expandir su cultivo. A partir de mediados de la década de los setenta ese crecimiento se aceleró apoyado por los altos precios en los mercados internacionales producto del hundimiento de la producción asiática y la eliminación del arancel proteccionista que hasta 1876 había estado imponiendo Estados Unidos a la importación del café40 (gráfico 2). Como el café brasile?o se orientó hacia el mercado estadounionense, el producto escaseó en los mercados europeos, los precios subieron y esto hizo que la inversión en haciendas cafetaleras se tornase una empresa muy rentable.
38 Los datos de superficie cultivada en Agricultural Resources and Capabilities of Puerto Rico. Mensage from the President of The United States, House of Representatives, 56th Congress, 2d. Session, Document, n? 171, 1901, p. 36. 39 Picó (1981), p. 34. 40 Taussing (1923), p. 184. 01234567 - 5 10 15 20 25 30 35 40 45 501828183018321834183618381840184218441846184818501852185418561858186018621864186618681870187218741876187818801882Millones de pesosMillones librasEXPORTACI?N VALOR
Los orígenes del crédito y las instituciones bancarias en Puerto Rico, : mitos, proyectos y fundaciones
231Mientras la demanda de café en los mercados internacionales iba en aumento la capacidad de los principales países productores (Brasil, Java y Cuba) para proveer grano iba disminuyendo41. Las sociedades comerciales de la costa ante la crisis del azúcar, comenzaron a financiar las explotaciones cafetaleras de la monta?a interior. Con el respaldo del crédito y los buenos precios los peque?os y medianos propietarios iniciaron la intensificación de sus siembras de café, integrándose rápidamente en una economía de mercado.
Los productores de café se encontraron con dificultades para financiar mediante crédito agrícola la puesta en cultivo de las áreas monta?osas centrales. La opción disponible, una vez más, era la financiación refactora, con el dinero obtenido por esta vía se debía hacer frente al pago de los salarios, los gastos fijos de la explotación, la extensió la construcción de edificios glá la adquisición de instrumentos y herramientas de trabajo, lo que también incluía la compra
las instalaciones para el lavado y el secado del grano e implementos para descascarar y pilar y la construcción de un almacén. En consecuencia, en la época del crecimiento de la producción la zona cafetalera dependió de los flujos de crédito procedentes de los puertos42. Las sociedades comerciales que controlaban la refacción estaban establecidas en las principales ciudades portuarias (Arecibo, Ponce, Mayagüez).
Figura 1.- Zona cafetalera de Puerto Rico,
Nota: En sombreado blanco la principal zona productora de la Isla de Puerto Rico.
Los préstamos pagaderos al tiempo de la cosecha de café se multiplicaron a partir de la década de los sesenta. En una economía sin bancos, el comerciante era por necesidad la principal fuente de financiación, además proveía de mercancías a crédito a sus clientes. El pago de estas deudas se realizaban al tiempo de la cosecha, incluso la propia cosecha se podía convertir en el pago. El comerciante se situaba en los extremos del esfuerzo productivo: financiaba la roturación de las tierras y negociaba la cosecha. La refacción implicaba cierta relación de estabilidad entre prestamista y prestatario, que permitía al primero disfrutar de la comercialización de la cosecha y garantizaba al segundo el flujo constante de crédito que necesita. Un ejemplo de estas relaciones lo encontramos en el caso del mayor
41 Stein (1976); Bergard (1983) y Cubano (1990). 42 Picó (1981), p. 26.
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232comerciante-prestamista de Utuado, Felipe Calsaduc, que al traspasar sus créditos en 1870 a una sociedad familiar heredera de su negocio, contaba con la enorme cantidad de 593 clientes43, lo que permitía a la firma controlar el comercio local de café. Este tipo de comerciantes buscaban la continuidad de las cuentas de crédito, asegurándose así las sucesivas refacciones. Las ganancias de los prestamistas del interior derivaban más del volumen de su clientela que de la importancia de las cuentas individuales. La razón de esta situación estribaba en que la explotación cafetalera requería una menor inversión en tecnología y maquinaria que las haciendas azucareras y mucho más en artícul por otro lado, la tierra de las monta?as era menos valiosa que la de los ca?averales de los llanos costeros y, en consecuencia, las obligaciones hipotecarias no podían ser muy elevadas. No obstante, la tierra era la prenda sempiterna de las obligaciones y su valor era el límite de los créditos posibles.
El control que ejercía el refaccionista sobre la tierra le otorgaba poderes sobre la cosecha e, incluso, sobre todas las actividades económicas de los caficultores. La utilización del pacto de retroventa o pacto de retracto, como forma de contrato de préstamo más frecuente hasta la década de los setenta, implicó que los cultivadores se convirtiesen de facto en arrendatarios de sus propios predios. Los prestamistas más avezados entendían que no era la propiedad del suelo lo que constituía la principal ganancia de sus negocios sino el control de las cosechas, en consecuencia eran laxos con las prórrogas y los plazos de los contratos de préstamo, pero a cambio determinaban el precio del café y mantenían atrapados a sus clientes con créditos recurrentes. Algunos peque?os y medianos cosechadores prefirieron refaccionar con sus vecinos hacendados, porque esto le evitaba gastos y las molestias del procesado del grano, su almacenaje y el acarreo. De esta manera algunos hacendados-comerciantes lograron controlar y mantener su hegemonía sobre una zona circundante, aunque asumían un mayor riesgo que los refactores locales, dado que también dependían del éxito de sus propias cosechas44.
Las dificultades de transporte del café desde las zonas monta?osas del interior hasta los puertos de la costa, elevaban los gastos y producían una concentración del mercado en manos de los comerciantes y de los grandes hacendados, además estos disponían de almacenes y podían aguantar sus producciones hasta que los precios fuesen más favorables. A partir de mediados de la década de los cincuenta el crecimiento de la economía cafetalera del interior de la isla se tornó sostenido y constante, lo que facilitó la penetración de los comerciantes de la costa en este territorio, extendiendo el crédito y manejando las cosechas. Los segundos escalones del sistema, las peque?as casas de comercio y los hacendados más ricos fueron acaparando una buena parte de la tierra, a través de los procesos de endeudamiento de sus prestatarios. La carencia de numerario forzaba, a menudo, a los peque?os productores a realizar los pagos de las deudas en bienes y en trabajo personal. De esta manera, las modestas deudas contraídas en las tiendas
obligaban a éstos y a los jornaleros a trabajar gratis para los hacendados y los comerciantes que también eran propietarios para poder saldarlas45.
Se practicaron tres modalidades de refacción: la que cubrió los desembolsos
43 Ibídem, p. 76. 44 Morel Campos (1896), pp. 89-91. 45 Picó (1981), pp. 78-79. Este autor muestra, a través del estudio de los protocolos notariales, la gran variedad de arreglos a los que llegaban los comerciantes de Utuado en 1863 con sus prestatarios para lograr la devolución de las sumas prestadas.
Los orígenes del crédito y las instituciones bancarias en Puerto Rico, : mitos, proyectos y fundaciones
233iniciales de las explotaciones hasta lograr la plena producción, que implicaba un plazo largo -cinco a?os- durante los cuales los prestatarios realizarían algunos pagos de los intereses y del principal a través de la comercialización de otras prod la segunda, consistió en la apertura a los agricultores y hacendados de líneas de crédito abiertas para cubrir los gastos de producción y la tercera consistió en la compra anticipada de sus producciones (compra en flor) firmando contratos ante notario y utilizando muy a menudo las retroventas o “pactos de retracto”. Entre los comerciantes-prestamistas esta última modalidad se convirtió el principal instrumento para canalizar el crédito minimizando los riesgos, que eran transferidos a los prestatarios a través de las altas tasas de interés y del propio tipo de crédito (cuadro 2). Por este procedimiento los comerciantes podían acceder a la propiedad de fincas que estaban en plena producción, aunque no siempre ejecutaron las retroventas, en caso de no interesar la tierra del prestatario se llegaban a otro tipo de acuerdos para refinanciar la deuda.
Estos comerciantes locales estaban, al mismo tiempo, endeudados con las casas de comercio y compa?ías que operaban en el primer escalón de la red, situadas en las principales ciudades portuarias. En los momentos de hundimiento de los precios (por desastres naturales, medidas fiscales, factores exógenos al país, etc.) se producía la contracción del crédito en la costa y, a reglón seguido, un endurecimiento de las condiciones de acceso a las mercancías y al dinero en la zona cafetalera del interior. Los riesgos y complejidades de las transacciones comerciales y financieras en la economía cafetalera ponían, con cierta frecuencia, a estos comerciantes-prestamistas-hacendados al borde de la quiebra. La inestabilidad en los mercados internacionales podía hacer desaparecer empresas que habían requerido a?os para conformarse. En los momentos críticos estos personajes recurrían a la ayuda que podían ofrecerle las redes familiares, clientelares y de negocios de las que formaban parte. Estas situaciones recurrentes convertían las inversiones en propiedades agrícolas en un seguro de supervivencia, de ahí que a menudo los comercios se descapitalizaran. Además, una parte de los comerciantes peninsulares llegado el momento liquidaban los negocios y retornaban, lo que provocaba una periódica decapitación del capital comercial46.
Cuadro 2.- Adquisición de tierras por el comerciante Narciso Font en Adjuntas a través del impago de créditos,
Fecha Cantidad de tierra Capital prestado (pesos) Modalidad crediticia 21/II/1865
15 cuerdas con casa y fincas de café
Pacto de retroventa 15/III/1865
25 cuerdas con fincas de café y casa rústica
Pacto de retroventa 7/VI/1865
20 cuerdas con fincas de café y casa
Pacto de retroventa 12/X/1865
12 cuerdas con fincas de café y plátanos
Pacto de retroventa 23/X/1865
45 cuerdas con fincas de café, plátanos y casa.
Pacto de retroventa 15/XII/1865
38 cuerdas con finca de café y casa.
Pacto de retroventa 23/I/1866
67 cuerdas con fincas de café, plátanos y casa.
Pacto de retroventa 15/II/1866
24 cuerdas con fincas de café y casa.
Pacto de retroventa 26/IV/1866
78 cuerdas con fincas de café, plátanos y casa.
Pacto de retroventa Fuente: Elaboración propia a partir de AGPR, Protocolos Notariales, Ponce, notario Carlos Garagavarain y Grajales, v-159v.
46 Cubano (1990), pp.67 y ss.
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2342.- Los trabajos de Sísifo: proyectos para crear bancos en la isla,
Entre 1812 y 1877, a?o en que se fundó el primer banco comercial de la isla se sucedieron una multitud de proyectos para la creación de un banco47, la mayoría de ellos con especialización en la emisión de billetes y el descuento (cuadro 4). Todos se encontraron en frente los poderosos intereses entremezclados de las grandes compa?ías comerciales y de los gobiernos de Madrid. Además, los desórdenes monetarios no contribuían a facilitar el camino para la fundación de este tipo de bancos.
De los numerosos proyectos emprendidos por las autoridades coloniales de la isla, los comerciantes, tanto locales como foráneos, y las compa?ías extranjeras (cuadro 3), nos detendremos a analizar los dos que tuvieron una plasmación concreta, nos referimos al establecimiento una sucursal del Banco Colonial de Londres () y a la que sería la primera entidad bancaria de la isla, la Sociedad Anónima de Crédito Mercantil (1877), abriendo el camino para que surgieran otras entidades posteriormente.
2.1.- La primera entidad bancaria instalada en Puerto Rico y la red de intereses cruzados: la sucursal del Banco Colonial de Londres,
El primer proyecto para fundar un banco que contó con un respaldo económico real fue puesto en marcha por una entidad europea, el Banco Colonial de Londres. El 26 de noviembre de 1836 el gobernador y capitán general de la isla enviaba una carta al ministro de Marina, Comercio y Ultramar dándole a conocer que súbdito británico James McQueen se había dirigido a él por carta de 1 de noviembre solicitando permiso para el establecimiento de un banco de giro en Puerto Rico48, que funcionaría como una “hijuela” del Banco Colonial de Londres49. La entidad británica llevaba a cabo un proceso de expansión por sus colonias del Caribe y la Guyana británica, ligado a las exigencias de capital resultante de la abolición de la esclavitud50. Dentro de esta estrategia, el siguiente paso era establecerse en Cuba, Puerto Rico y en Santo Tomás, en esta última isla constituyó una sucursal a finales de 183751.
La solicitud del agente de la entidad británica también llegó a manos del embajador espa?ol en Londres, quien la remitió a Madrid el 6 de junio de 183752, indicando en su escrito que James McQueen solicitaba la instalación de un banco en Puerto Rico y La Habana, dependientes del Banco Colonial de Londres. El embajador juzgaba que se trataba de una propuesta muy útil que podía ampliar la oferta crediticia de la isla, también se?alaba que el establecimiento estaba dirigido por “las personas más respetables en fondos y en crédito” y que le había prometido
47 Para una visión completa y detallista de los proyectos para crear bancos en Puerto Rico consultar el trabajo de Santiago Curet (1989) 48 AHN, Ultramar, leg. 296, exp. 8, doc. 1, folio 53, Carta del Gobernador y Capitán General de Puerto Rico al Ministro de Marina, Comercio y Ultramar, 6 de abril de 1837. 49 Esta entidad se fundó en 1830, producto de las presiones de los productores de azúcar de las colonias británicas del Caribe. En 1837 tenía sucursales en Trinidad, Jamaica, Barbados, Guyana Inglesa y en la isla danesa de Saint Thomas. El banco ejercía un monopolio bancario en las Indias Occidentales que se extendería hasta final de siglo. The Royal Charter for establishing a Colonial Bank, Jordan & Osborn, Kingston, 1836. 50 Ashby (1934), p. 283.
51 Parry y Sherlock (1974), p. 105. 52 AHN, Ultramar, leg. 296, exp. 8, doc. 2, Carta del Embajador de Londres a Secretario de Despacho de Estado de 6 de junio de 1837.
Los orígenes del crédito y las instituciones bancarias en Puerto Rico, : mitos, proyectos y fundaciones
235a su presidente Mr. John Irving que la recomendaría al gobierno.
La Secretaría de Estado, oyendo a la sección de Ultramar, consideró que era oportuno pedir una valoración del mismo a distintos organismos: Juntas de Comercio de Madrid, Catalu?a y Cádiz y al Banco de San Fernando. A lo largo del mes de junio de 1837 se recibieron las respuestas, todas ellas contrarias a que se permitiera la instalación del banco. La junta directiva del Banco de San Fernando, además del argumentario de su rechazo, remitió una serie de bases para regular en el futuro cualquier pretensión de un extranjero, particular o institución, de participar en la actividad financiera de la isla. Además, la secretaría de estado pidió por real orden de 26 de julio de 1837 que las instituciones de Puerto Rico realizaran un informe sobre la propuesta.
La resolución oficial a la propuesta llegó al banco británico a través de la real orden de 9 de junio de 1837 y la primera respuesta corrió a cargo de su presidente John Irving, a través de una carta53 en la que refería la dura situación por la que atravesaban los agricultores de Puerto Rico al no contar con una financiación adecuada, se?alando que de esta manera no podían desmontar nuevos terrenos para incrementar la superficie cultivada y les resultaba imposible introducir la máquina de vapor en sus ingenios. Además, se veían obligados a vender en “mata” a los comisionistas norteamericanos sus producciones de ca?a y café, por carecer de los fondos necesarios para hacer frente a los gastos de recolección. También se hacía eco de las dificultades económicas que ocasionaba la circulación de la moneda macuquina. Su propuesta de banco realizaría operaciones de giro, negociación de letras y pagarés del comercio, depósitos de oro y plata y emisión de billetes, reduciendo el interés en sus operaciones de crédito al 5%. La operativa estaría garantizada por el capital del banco que ascendía a 2 millones de libras esterlinas.
53 AHN, Ultramar, leg. 296, exp. 8, doc. 2, Carta del presidente del Banco Colonial de Londres al Secretario de Estado y del Despacho de Marina, Comercio y Ultramar, 1 de septiembre de 1837.
?ngel Pascual Martínez Soto (Universidad de Murcia)
236Cuadro 3.- Proyectos de creación de bancos y entidades financieras fundadas en Puerto Rico,
PROYECTOS DE BANCOS
A?O RESPONSABLES
José Andino y Ferrer.
Gobernador general Miguel de la Torre
Intendente Mariano Sixto Prado.
1837 James McQueen.
1838 Gobierno Supremo.
Intendente de Puerto Rico Antonio MarValle.
1840 Sídney Mason.
Real Orden 17-VI-1843.
Miguel López de Acevedo.
Miguel Chaine y José Berguiller.
Miguel de Jesús Cuevas.
1855 Gobierno Supremo.
1857 Lorenzo Pedro, Nicolás Martínez Valdivieso, José Play Monje, Justino Campbell, Agustín Franquillo, T.M. Zangranis.
1859 Eusebio Soler.
FUDACI?N DE ENTIDADES 1860
Gobernador general Fernando Cotoner.
Entidad fundada
Promotores 1861 Intendente José M. de Alba, Juan B. Machicote, José M. Caracena, Manuel Skerett, Bartolomé Elzaburu, Juan Claudio Grandi.
Caja de Ahorros de San Juan Eusebio Hernández, Federico Asenjo, Pascasio Sancerrit, Román Baldorioty. 1861
Joaquín Vicente, Serapio Miticola, FePadrón.
Caja de Ahorros de Mayagüez
Ramón Nadal Cuevas. 1861
Gobernador general Rafael Echagüe.
Caja de Ahorros de Ponce
Ramón Marín. 1862
Gobernador general Félix maría de Mess 1877 Sociedad de Crédito Mercantil José Ramón Fernández- 1866
Antonio Cánovas del Castillo.
1881 Caja de Ahorros de la ciudad de San Germán – Caja de Economías y Préstamos de San Germán Tomás Ramírez Qui?ones, Pedro Pujals, Nicolás Agrait, José Ravry, J. Ramos Anaya, Juan Psapera y otros 1868 Tomás Casa?a.
Caja de Ahorros de Humacao Francisco Simonet, Serafín Noya y Jaime Carreras. 1871
Román Baldorioty de Castro.
Banco Espa?ol de Puerto Rico Eulogio Despujol, Francisco lastres, Pablo Ubarri Capetillo, Guillermo Maassen y Mullenhof, Enrique Vijande Laredo, Manuel Vicente Rodríguez, José Caldas y Caldas 1872
José Ramón Abad.
1893 Caja de Economías y Préstamos de San Juna – Banco Popular Manuel Mu?oz Barrios, Manuel F. Rossy, Manuel Fernández Juncos, 1873
Bruno Cuadros Vidal
Banco Territorial y Agrícola
Gregorio Ledesma, Julián Blanco. 1873 Wenceslao Borda.
Crédito y Ahorro Ponce?o Lucas Amadeo, Juan Guillet, Luis Mu?oz Rivera, Ulpiano Colón y Antonio Frías. 1873
Juan G. Blume, Narciso Llaurí, JuaGonzález.
Caja de Ahorros de Cabo Rojo
1874 Eusebio Martí.
Caja de Ahorros de sabana Grande
1875 Avelino Marcoartur.
Enrique Pastor Bedoya.
Fernando de Valarino.
Lorenzo Fernández de la Somera.
José Escoriaza Cardona, Leoncio Black Heiman, José A. Silva.
Fuente: Elaboración propia a partir de AHN, Ultramar, Legajos 296, 311, 313, 316, 321, 322, 323, 328, 332, ,
y AHCE, Fondo de Ultramar, Dictámenes: 1,34222, 3, 4, 4, 4, 43449, 53097, 5, , 7, 80398.
Los orígenes del crédito y las instituciones bancarias en Puerto Rico, : mitos, proyectos y fundaciones
237Durante este periodo de trámites, el Banco Colonial había abierto su oficina en San Juan a finales de 1837, aunque las noticias de su funcionamiento son muy confusas54, incluso llegó a emitir algunos billetes que ante la llamada de atención de la Junta de Comercio y Fomento de San Juan retiró rápidamente de la circulación55. El banco siguió funcionando, pero sin emitir billetes.
Para reforzar la posición del banco británico, este envió una memoria firmada por su agente John Comyn56, donde se realizaba un repaso muy documentado por la historia reciente de la islas de Puerto Rico, de finales del siglo XVIII a 1836, se?alando los principales problemas políticos y económicos de esta etapa y realizando un análisis detallado de la obra económica del intendente Alejandro Ramírez, en tono muy elogioso. A partir de ese punto, que el autor denomina “historia económica” de Puerto Rico, se centra en enumerar los problemas de la economía de la isla entre 1824 y 1830, se?alando: la carencia de capitales que hacía que los tipos de interés fuesen muy altos (24 al 34% anual); la fijación de la tasa de interés por las autoridades que daba lugar a “arreglos crediticios” muy desfavorables p el papel drenador del comercio con la isla Santo Tomás y la paralización del comercio interior por la circulación de la moneda macuquina. El banco “hijuela” como agente de la circulación monetaria, introduciría capitales, que irían subdivididos en moneda fuerte y billetes, lo que provocaría una disminución del valor de la moneda buena y se expulsaría, de esta forma, a la moneda macuquina. Por último, el interés de los créditos a los agricultores seria del 5%.
La contestación oficial vino de la mano de otro informe del Banco de San Fernando57, que se mostraba de nuevo contundentemente contrario a la propuesta. Se?alaba que se trataba de un banco público al servicio de la corona británica y de su política expansionista en el Caribe, además, se reafirmaba en la vía de crear un banco con la participación de capitalistas espa?oles y de la isla, incluidos los extranjeros con permiso de residencia.
Las respuestas de las corporaciones de la isla a las demandas de informes sobre la conveniencia y utilidad de la propuesta (Real Orden de 26 de julio de 1837) provinieron del Gobernador Capitán General, Miguel López de Ba?os, el Intendente del Ejercito y de la provincia, Antonio María del Valle, y de la Junta de Comercio58. Los argumentos fundamentales eran coincidentes: se?alar la necesidad de contar con un banco en la isla, denegar la implantación del banco inglés y adoptar la propuesta de banco hecha por el Banco de San Fernando. Dentro de este grupo de informantes es interesante rese?ar la postura de la Junta de Comercio, que proponía como alternativa al banco inglés concederle permiso para establecer el banco a
54 Cruz Monclova (), vol. II, p. 251. 55 Florentino Gimbernat (1839), p. 15. 56 AHN, Ultramar, leg. 296, exp. 8, doc. 3. Memoria de Mr. John Comyn sobre la situación económica de la isla de Puerto Rico y la posibilidad de establecer en ella un banco de emisión y giro, 7 de septiembre de 1837. El autor de la memoria manejó una información muy detallada de la evolución económica de la isla entre 1785 a 1836, además de mostrar un conocimiento exhaustivo de los problemas que paralizaban el desarrollo del crédito en la isla. 57 AHN, Ultramar, leg. 296, exp. 8, doc. 17, Informe de la Junta de Gobierno del Banco de San Fernando sobre el establecimiento de una hijuela del Banco Colonial en Puerto Rico, 24 de agosto de 1837. 58 AHN, Ultramar, leg. 296, exp. 8, docs. 26, 27, 28. Informe del Gobernador Capitán General de la Isla de Puerto Rico al Secretario de Estado y del Despacho de Marina, Comercio y Gobernación de Ultramar, 6 de noviembre de 1838; Informe del Intendente de fecha 31 de octubre de 1838 e Informe de la Junta de Comercio de la Isla de Puerto Rico de fecha 3 de octubre de 1838.
?ngel Pascual Martínez Soto (Universidad de Murcia)
238Sidney Mason59, comerciante y cónsul general de Estados Unidos en San Juan. Este personaje, a su vez, estaba implicado en la puesta en marcha de la sucursal del Banco Colonial de Londres en San Juan60, incluso en el informe de la Junta de Comercio se se?alaba que su negocio había sido “un banco formal por algún tiempo”61.
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